Me pregunta Ana: ¿A qué huele India? Pues India huele mal, muy mal, por lo menos en las grandes ciudades que he visitado (Delhi, Agra y Varanasi). Sumergirse en determinados suburbios es un shock, el grado de suciedad y miseria es inhumano, he visto a niños comiendo entre la basura junto a cerdos, ancianos moribundos en las cunetas, “personas” arrastrándose que han perdido todo rastro de dignidad humana. Todo esto no sale en las guías, pero he visto la cara más oscura de la vida. En África vi mucha pobreza pero nunca vi personas que simplemente habían dejado de serlo.
Y sin tanto dramatismo, no creo que olvide jamás el olor putrefacto en la estación de Agra Khan y creo que tampoco podré olvidar jamás el olor corporal de los millones de indios que me aplastaron durante 28 minutos en el autobús que tomé en Agra bajo un sol de 48º y dentro de una nube espesa de polvo y sudor. Muy heavy metal la India real.
Sin embargo espero no olvidar jamás el olor estimulante de algunas especias en los mercados, el delicioso aroma de los thalis que te sirven en cualquier lugar o la brisa de incienso que te invade al entrar en algunos templos. Y no olvidaré los colores, los colores intensos de los vestidos de las mujeres, los colores de la artesanía Rajastaní y los colores de flores en las ceremonias de Varanasi. Y es que a pesar de la pobreza, India tiene tanta riqueza tradicional que la mayoría de sus gentes siguen caminando con fe y esperanza por su camino multicolor.
Olores y colores, sensaciones, emociones y muchas, muchas, lecciones aprendidas de esta incomparable India que tanto engancha.
Aprovecho para mandarle un fuerte abrazo a Enric Doñate que me ha recibido en Delhi y me ha llevado por barrios “fuera-guías” donde he podido ver (y oler) mucha pobreza pero también me he maravillado con los templos y personas que Enric me ha descubierto con entusiasmo. Enric es profesor de Español y Catalán en la universidad de Delhi y mantiene su delicioso blog: delhicatessen.
Namaste.