Una nueva reunión con mis socios de TMT Factory me ha obligado a retrasar un par de días mi partida a San Francisco. Lo bueno de este retraso es que he podido gozar de un fantástico fin de semana con un montón de pequeñas cosas que no quisiera olvidar: disfrutar de una barbacoa con amigos-amigos, ver la luna con el pequeño Leo, visitar mis abuelos en Viladrau, comer con mi familia en Vic, jugar con mis sobrinos en Tona, ver las motos en Montmeló con Josep (sacando la carbonilla a la 747 ;)), correr por la playa con Manu y, justo ahora, detenerme ante el mar viendo como se apaga el día. Y es precisamente en este momento, ante el mar, que percibo que algo muy bueno está por venir en esta nueva etapa que estoy a punto de empezar.
Seguramente parecerán cursis mis palabras como seguramente lo parecen también mis fotos ante las puestas de sol y otros flipes que últimamente voy publicando, pero me da absolutamente igual, yo lo siento así y así lo casco, me siento feliz en este momento y no quiero disimularlo. Y es que en realidad, en este preciso instante, me siento como una moto, o como un boeing 747 a punto de despegar, sé que algo bueno, algo muy bueno, va a ocurrir pronto. Sé que merezco ser feliz y sé que seré feliz. Y como dice Leo: a vulá!