No sé cuanto mide el mítico “Palm Drive” de acceso a la Universidad de Stanford, pero recorrer por primera vez esta larguísima avenida flanqueada por palmeras y sequoias es algo que no olvidaré jamás. Tampoco creo que olvidaré lo pequeñísimo que me he sentido al llegar a la plaza Oval y ver lo enorme que es todo esto. Enorme y precioso, realmente precioso. Me da mucho respeto este sitio y me siento aún más pequeño al recordar que por aquí han pasado todos los grandes personajes que admiro. Alguno, como Steve Jobs, no se graduó aquí (de echo no se graduó en ninguna parte) pero dio aquí el discurso más motivador que he escuchando nunca y que conviene volver a escuchar hoy para afrontar este nuevo reto con todas las ganas del mundo. Stay hungry, stay foolish.
Tengo por delante 2 meses de auténtica locura y no sé si estaré a la altura de todo esto pero curiosamente vuelvo a sentir en estos instantes la misma sensación de libertad que sentí al llegar a San Francisco. Quizá algo tendrá que ver el lema oficial de Stanford: “Die Luft der Freiheit weht” (sopla el viento de la libertad). Sea lo que sea, gracias.