A dos días de finalizar el programa de verano en Stanford, mis compañeros Japoneses han organizado una cena en el campus muy apropiada para cargar pilas de cara a esta recta final. Se han servido deliciosos manjares que me han transportado a ese Tokio cautivador que visité el pasado año y que tanto me enamoró, pero lo mejor de la fiesta ha sido la hospitalidad y generosidad de estos compañeros de batalla que ya considero grandes amigos.
Siguiendo los cánones japoneses, la fiesta ha empezado puntualísima y ha terminado a las dos horas con una puntualidad que debo agradecer porque me queda mucho por estudiar, ya tendré más ocasiones para compartir otros buenos momentos. De hecho, camino a mi estudio, me han sorprendido dos estrellas fugaces de la lluvia de San Lorenzo. Y uno de los deseos que le he pedido a estas Perseides ha sido poder viajar pronto a Japón para reencontrarme con esta gente tan fantástica que he conocido aquí.
Domo Arigato.
p.d. el segundo deseo no lo voy a desvelar aún pero lo deseo con toda mi alma.