Aquí queda mi tercer maratón y aquí queda uno de mis días más felices. En mi post de marzo no encontré las palabras para explicar lo que se siente al terminar un maratón y creo que tampoco ahora las voy a encontrar, pero seguramente esta felicidad tiene mucho que ver con la recompensa del esfuerzo, algo que muchos de los que pasan por este blog conocen muy bien, nos toca vivir en un mundo de luchadores y he tenido la suerte de conocer a través de esta bitácora muchas historias de perseguidores de sueños.
Si para mí el marathon de Barcelona fue emotivo por todo lo que me acababa de pasar en Berlín, el de hoy ha tenido momentos muy simbólicos como cruzar el Golden Gate corriendo junto a miles de “emprendedores” y animado por un montón de desconocidos que curiosamente me parecían muy conocidos. Aquí se valora y se apoya a la gente que lucha e intenta superarse día tras día.
Mi reto para este marathon era bajar de las tres horas pero no contaba ni con las fuertes subidas de los hills de San Francisco ni con el viento que azota en la City de madrugada (salida a las 5:30 am). Excusas a parte, seguiré entrenando duro para mejorar estos 3:12 de San Francisco y mis 3:07 de Barcelona para lograr en New York o en Berlín lo mismo que consiguió Lance Armstrong en su bonito reto particular.
Seguramente parece muy peliculero lo que aquí escribo y yo mismo me río al ver las fotos de mi entrada en meta con las bambas en la mano (solo falta la banda sonora de “carros de fuego” :))). Pero cada uno se construye su camino como quiere y yo he encontrado en mis pequeños retos buenas razones para levantarme cada día motivado y con ganas de vivir la vida intensamente. Viva la vida.