Llegar al Grand Canyon del Colorado es uno de esos sueños que uno tiene de chiquillo. Y por más que lo veas en pelis y documentales de National Geographic, hasta que no lo ves en primera persona no te das cuenta de lo bestial que es la cosa. No olvidaré jamás la sensación de llegar por primera vez al borde del Canyon y descubrir esa grieta inmensa que podría bien ser la puerta del infierno si no fuera por semejante belleza.
Efectivamente, El Grand Canyon te lo encuentras de repente, al llegar al borde. Ni siquiera puedes vislumbrarlo durante el trayecto de acercamiento. Y es de tal magnitud que te hace sentir extremadamente pequeño. Una sensación de inferioridad y de admiración similar a la que sentí ante el Anapurna, el Kilimanjaro o en el Desierto infinito. Natura que abruma.
Y por si no fuera poco el asombro a pié de obra, mi querido partner de viaje me regaló un inolvidable vuelo por los adentros del Canyon que me dejó absolutamente flipado. No puedo creer tanta belleza y tanta inmensidad. Somos minúsculos y no deberíamos permitirnos gritar más allá de nuestros cobijos.
Gaudí decía que todo sale del gran libro de naturaleza. Y
seguramente El Grand Canyon del Colorado debe ser un gran desplegable de este
gran libro que nos hace tan pequeños. Espero seguir menguando por las grandezas
que me quedan.